Oliver tiene 38 años y su padre acaba de morir de cáncer. Es el momento de enfrentarse a la soledad y de seguir estático en una melancolía constante. Cuatro años antes de morir, a los 75, su padre admitió ser gay, y querer hacer algo al respecto. Es así como el presente y el pasado se entrecruzan en la película ‘Principiantes’ (‘Beginners’), de 2010, el recomendado de esta semana.
El director de esta cinta, Mike Mills, ofrece una historia repleta de flashbacks, los recuerdos del protagonista (Ewan McGregor) desde su infancia, hasta los últimos días de su padre. También nos deja ver la manera en que este personaje ve el mundo, representando su tristeza con dibujos espontáneos y reflexiones profundas acerca de su vida y de quienes lo rodean, las cuales son ejemplificadas con imágenes de la cotidianidad. Es así como la película se toma el trabajo de construir íntegramente a este personaje, consiguiendo que los espectadores reconozcamos quién es Oliver completamente.
Hal (Christopher Plummer), el padre de Oliver, es un hombre mayor, viudo, decidido a salir del closet, a “no ser gay sólo en teoría” y poder vivir libremente con una inclinación sexual escondida desde la adolescencia. Este personaje logra representar el deseo de querer expresarse y mostrarse cómo es en realidad, de disfrutar la vida y abrirse a un mundo lleno de variedad y en algunos casos, de extravagancia, que antes se encontraba restringido. La actuación de Plummer se ha considerado brillante, mereciendo así diversos galardones, entre ellos el Oscar 2011 a mejor actor de reparto.
Para terminar de complejizar la historia, está Ana (Mélanie Laurent), una actriz francesa, solitaria y atormentada por algunos fracasos amorosos, que se fija en Oliver, dándole un toque de romance a su vida tras el fallecimiento de Hal, permitiendo que evalúe sus propios miedos e identificando ese mismo sentimiento de amor en los recuerdos de su padre enamorado, por primera vez, de un hombre y en edad adulta.
Estas son las historias que hacen que ‘Principiantes’ sea una sucesión de momentos dramáticos matizados con toques de gracia y humor poco evidente. Oliver queriendo madurar, inmerso en la depresión que provoca los cambios de la vida, con miedo de seguir y curiosidad por ver qué viene; a la vez, la vida presentándose frente a él, frente a quien vea esta película, con desparpajo, con remembranzas confusas y con ese delirio que trae la tristeza, el cual, visto desde afuera se vuelve gracioso, además de ciertos personajes secundarios que se encargan de adornar lo patético con frases frescas, como la cereza burlona sobre la falta de motivación para salir del dolor.
Una película meticulosamente editada, encarando un suceso que es poco explorado, el homosexualismo en la vejez, y haciendo de la melancolía un recurso y un modo de contar, porque está presente en las personalidades de los personajes, en la música y en el color de esta historia temeraria, sencilla y honesta que nunca deja de ser entretenida. Una cinta que, tal vez, no sea la mejor opción para quienes prefieren películas más rápidas y explosivas, pues ésta, sin caer en la lentitud, trata de ser analítica y de desmenuzar la emotividad, haciendo que éste sea un elemento extravagante y que puede darle pesadez a la historia en la perspectiva de algunos espectadores.
La mayoría de las situaciones de la vida traen nuevos comienzos, instantes de sentirnos inexpertos en algo, de no saber qué viene o para dónde vamos, como enamorarse o tener que ver morir a alguien, sabiendo que cualquiera que sea la experiencia siempre dejará un recuerdo, un aprendizaje o una película para recomendar.
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