domingo, 4 de noviembre de 2012

Sentada mirando hacia atrás.


Los días empezaron a verse grises. Cuando llovía, mis ojos llovían con el cielo; el famoso nudo en la garganta desarma más cuando amarra también al corazón, cuando todo el dolor se llora y se grita y, aún así, no se calma, no se apacigua.

Despertaba y su imagen estaba ahí, el dolor también. Aprendí que nunca antes había sentido tristeza o dolor real, eran una especie de simulacro del corazón, pero un dolor así es indeseable, es extremo, es como caer en picada contra un lago congelado, un punzón que rompe de adentro hacia afuera.

En esos momentos sentía como la vida se había ido para no volver, un adiós inesperado, un sentimiento compartido que se había ido de un solo lado, que se quedó medio y medio ya no puede vivir.

Lloré todo lo que no lloré nunca, un llanto inacabable, agotador, pero constante. Me pregunté por qué, sentí que todo estaba perdido, me sentí totalmente vacía, sin esperanzas de poder seguir, derrotada. Fui culpable, inocente, llena de miedo, valiente y desmedida. Nunca estuve tan perdida y tan lastimada, ya no quería seguir, no había fuerza; la felicidad decidió colgarse de un hombro masculino e irse con él, decidiéndose a no regresar.

Mi corazón y mi cerebro se dedicaron a analizar cada situación, a repensar las cosas, a trazar estrategias, a evaluar, pero sobretodo a aprender. Ninguna estrategia fue válida, ese camino ya estaba cerrado, el amor deberá regresar por un camino diferente y más largo. Aceptarlo fue difícil, aún seguía soñando con reencuentros, visualizando escenas de amor en mi mente, pero el tiempo se decidió a mostrarme que ya no había remedio, que debía darle libertad, dejar ser, dejar fluir y andar por una vía diferente a esa persona que me había dado tanto de si mismo, hacerme a un lado y buscar mi propio rumbo.

Es sorprendente como todos, a la final, terminaremos siendo un recuerdo,  las sonrisas, los instantes y la complicidad que tuve con ese ser ‘ideal’ ahora sólo vive en mi memoria, en el pasado. A veces esa imagen se materializa en lugares comunes, con la mirada esquiva y el saludo forzoso y aunque se ve igual, ya no está ahí, esa esencia ya no vive más, también se fue. Yo me siento a mirar desde esa distancia física e imaginaria, desde el balcón del agradecimiento y del adiós, a ese hombre que alguna vez me hizo tan feliz, es gracioso ver como todo se evaporó y también, la manera tan perfecta en que mi tacto memorizó la textura de su cara, el recuerdo exacto de su forma de caminar, de su risa y de su forma de hablar.

Todavía siento nostalgia al recordar esa experiencia, porque fue magnífica. Crecí tanto, son los retos los que moldean el carácter, los que nos dan las lecciones más sabias, amar y olvidar son dos vivencias que me han hecho ser mejor, que me han enseñado que la felicidad existe y que estar triste no vale la pena, que nada es para siempre y que todo hay que disfrutarlo. Siempre hay que tener la certeza de dejar un recuerdo feliz, una remembranza que sea un tesoro en la vejez. Sé que me falta mucho por aprender y por eso la vida traerá más sorpresas, más amores y más llantos, más textos iguales a este y más saludos de extraños que alguna vez fueron los más conocidos.

La prueba no ha sido superada en su totalidad, pero la vida se encarga siempre de que me sienta mucho más fuerte, de mostrarme la fortuna de vivir con la comprensión, la calidez , la ternura y la rudeza de quienes desean seguir recorriendo la vida a mi lado y sus palabras que me hacen despertar, pensar y sonreír; la fortuna que no sé en que línea de mi mano se marque, pero que la siento presente en mi futuro, el regalo de vivir, el regalo de amar, de sufrir, de aprender y de seguir de pie esperando con un abrazo lo que venga. Gracias.

1 comentario:

  1. Regocijado de saber que mi pueblo sigue produciendo talentos, eso me hace querer más a mi bella comarca sevillana. Siga adelante. Muchos éxitos siempre.

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