miércoles, 9 de enero de 2013

Cuando lea, recordará.


Todas las familias tienen múltiples historias, anécdotas, vivencias y recuerdos que brincan de vez en cuando en la memoria; leyendas de los miembros más antiguos, de esos tíos aguerridos y de los hermanos llorones, una herencia oral que pasa de generación en generación, así como el legado que no se cuenta, sino que se lleva sobre la cara, rasgos y maneras de hablar características de un apellido.

Una historia familiar hecha libro es el recomendado de esta semana, un recuerdo impreso que lleva como título una palabra antónima, ‘El olvido que seremos’ de Héctor Abad Faciolince.

Este es un testimonio de valentía. Un escritor que se atreve a volver a ser niño, a rememorar las costumbres católicas que tanto lo aburrían y el diablo al que le dejó de tener miedo, las cinco hermanitas que hacían que al referirse a ellos su mamá dijera “Niñas”, sus días de ir a la escuela sin ganas, sus primeras aventuras frente a una máquina de escribir y el argumento más profundo y sentido de todo este libro, el amor intenso hacia su padre y la violencia anónima de la que ha sido presa nuestro país.


Digo que esta es una narración valiente porque Abad Faciolince revive en cada una de las páginas un suceso importante de su vida, materializando sus ratos más alegres en palabras sobre el papel, pero también los instantes más dolorosos que marcaron su vida y su familia,  logrando que el personaje central, su progenitor, se convierta en una figura heroica por la pasión a su profesión, por ser padre y por el trágico final de su vida.


A medida que el lector va conociendo la historia, se hace fácil recordar a la par con el autor, darle imagen a cada palabra y rostro a los personajes, construir en la mente las edificaciones de ese Medellín de los años 60’s y, además, relacionar esas vivencias ajenas con las propias, notando que lo lírico también vive intrínseco en las experiencias personales, que todos tenemos algo que contar.

De esta manera, se hace público el amor por la presencia y el dolor por la ausencia apresurada de un padre, explicando cada detalle, reconstruyendo lo vivido de una forma magistral, haciendo sentir la emoción con la que, seguro, fue pulsada cada tecla al momento de escribir.

No temo el suponer que este relato fue escrito con un montón de fotos alrededor, enriquecidas por largas charlas con quienes aún no pasan a ser ese olvido que dicta el título, con revelaciones nocturnas, con lágrimas sobre el papel y música clásica de fondo; construyendo, con todos estos elementos, el escenario perfecto para evocar a ese hombre que pese a lo intacto que lo hace parecer cada párrafo, ya no podrá regresar de ese destino abrupto.

Sin embargo, este no es un libro triste, es el testimonio de una vida colmada de esos matices comunes de alegría y tristeza, de sonrisas y llanto, evidenciando la complejidad de ser uno mismo, de vivir entre los rituales católicos y la dulzura e irreverencia de un padre que siempre fue adversario de las costumbres más enraizadas, como la mano dura y los rezos constantes.

Al final, todos seremos una espiral de evocaciones, una esencia recurrente o escasa en la memoria de alguien, por esto, qué bueno es sentarse a repasar la vida, acordarse de gente y de momentos, o también, aprender a apreciar las memorias de otro, leer las manías de don Héctor, sus vacaciones en familia y todos esos detalles incluidos en un libro que hará que él no se convierta en un olvido, sino en un recuerdo colectivo.

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