martes, 27 de mayo de 2014

Incertidumbre en la sala de espera

Con pronóstico reservado se mantenía ayer Jimmy Mauricio Lugo García, el joven de 18 años que sufrió un impacto de bala el domingo pasado, horas después del partido entre Deportes Quindío y América de Cali.

En la sala de espera de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital San Juan de Dios está Bibiana García Saavedra, su madre, quien expresó que hasta el momento la expectativa de vida de su hijo es casi nula.

Con la tristeza en sus ojos, pero con el rostro sereno, la mujer relató que su hijo se debate entre la vida y la muerte en este momento, después de haber decidido acompañar a sus amigos a un partido de fútbol, aunque ninguno de los dos equipos le despertara la pasión de la mayoría de personas en la tribuna.

Sin embargo, el problema no se presentó en el estadio Centenario ni en sus alrededores, sino en el barrio Santafe, donde Jimmy Mauricio y sus compañeros ingresaron a una tienda, con la intención de esconderse de algunos hombres que los perseguían en una moto, pero, antes de poder hacerlo, una bala en la cabeza lo sorprendió.

Narrar esta situación no es sencillo para doña Bibiana, sus lágrimas y las de sus acompañantes, que son familiares del muchacho, demuestran el enorme daño que logra hacer un artefacto pequeño, que rompe ilusiones y limita destinos.

Después del impacto, el joven herido fue trasladado al hospital departamental del Quindío, donde ingresó inmediatamente al quirófano. Allí, los médicos descubrieron que los delincuentes no habían logrado quitarle la vida, pero que su cerebro se encontraba destruido, terminando con las posibilidades de que Jimmy retome una vida normal, y aproximando, casi a centímetros, a la muerte que últimamente se pasea entre los asistentes a los partidos de fútbol.

De nuevo, la madre de cinco hijos, que hoy enfrenta la tragedia de estar a la espera del destino en esa sala de hospital, repite el parte médico que le han entregado: a su hijo no le pudieron extraer la bala, ya que esta se destruyó dentro de su cuerpo, al igual que su cerebro, por lo que solo retiraron esquirlas.

El adolescente tiene dos opciones, vivir parapléjico o morir, por lo que la mujer, quien quiebra en llanto, no duda en escoger la última, afirmando no hay justicia en enfrentar la vida sin todas las capacidades y oportunidades, como con las que gozaba Jimmy hace apenas cuatro días.

Muchachos se pasean por la sala, se acercan a doña Bibiana solicitando volver a ver a su amigo, el dolor aflora en la mirada de más de uno, mientras que ella, en silencio, espera el momento para volver a verlo, aunque sienta que no está ahí.

Al preguntarle por los agresores, y por la captura de uno de ellos, la madre indica que no le importa si son aprehendidos o no, pues no ve cómo ese acto pueda devolverle la calma a su vida, y la voz, la mirada y la alegría a su hijo, que hoy lucha dentro de una estabilidad que la obliga a estar sentada entre las paredes blancas que esta vez no son símbolo de paz.*

*Publicado en LA CRÓNICA/cronicadelquindio.com