14 de marzo de 2010, los candidatos al Senado, a la Cámara, precandidatos y candidatos a la Presidencia se levantan temprano. Los que se disputan los puestos, seguro, siguen el consejo del presidente Uribe de tomarse algunas gotas de valeriana para estar relajados y ser lo más entusiastas ante los medios de comunicación. Se ponen su traje de luces, estrenan zapatos, van a misa, cargan niños y abrazan señoras mientras dan su mejor cara al país para ser apoyados.
El mismo día, en Sevilla, Valle, un joven de 18 años, Santiago Vásquez, también se levanta temprano, en lugar de valeriana, toma el chocolate que le prepara su mamá para ir con energía a votar por primera vez.
Santiago, un autodenominado izquierdista con esperanza, siente que poder participar es algo gratificante, pero sabe que muchas personas tienen el voto comprado y no se enteran del daño que le hacen al país y a la democracia.
“No dejo de sentirme impotente, pues un voto significa muy poquito, mientras que miles son comprados. Así que existe una cierta esterilidad al no poder hacer más”.
“No dejo de sentirme impotente, pues un voto significa muy poquito, mientras que miles son comprados. Así que existe una cierta esterilidad al no poder hacer más”.
En Sevilla, pueblo lluvioso antes de la ola de calor, el sol brilla más fuerte que nunca, como si quisiera hacerse notar para también ser elegido, la gente de las veredas llega amontonada en varios jeeps para ejercer su derecho, y la sirena de los bomberos suena a las 8:00 a.m. para dar inicio a la jornada.
El jurado, conformado por docentes y funcionarios públicos trabaja un domingo en pro de la transparencia y legalidad de las elecciones dentro de los recintos de votación. Afuera muchos, de buena manera o no, ya han sido convencidos, mientras que los indecisos observan la propaganda pegada en las calles, se abstienen a votar o entran a jugar tin marín con el tarjetón.
Al mediodía, más de dos mil candidatos almuerzan callados, con la mirada perdida, con el Rosario en el bolsillo, ansiosos, sonriendo mientras que por dentro se tragan los nervios. Algunos a esa hora ya están cansados de estrechar manos, de dar discursos, de los aplausos; otros se encuentran felices, repartiendo lechona, diciendo el consabido ‘si se puede’, anhelando esos ratos de gloria para los cuatro años venideros.
“Votar es un acto de fe. Es importante, pues se necesita para el manejo de este país, siempre y cuando se escojan personajes que trabajen por el pueblo. Pero la mayoría prometen ríos de leche”, comenta Saul Vargas, de 86 años, hombre dedicado al campo y al cultivo de legumbres, quien votó a las 9 de la mañana en una escuela cerca a su casa.
Saul tiene la costumbre de votar siempre que hay elecciones, aunque admite que siente que no son transparentes, dice también que sueña con un gobierno que tenga como prioridad al pueblo y que su voto siempre ha sido más amarillo que de otro color.
“En síntesis la inversión ya está hecha. Para que después no estemos quejándonos, es necesario que el Dr. Santos tome la presidencia”.
Finalmente, cree que después de los cuatro años de Santos, Mockus, podría remplazarlo.
Saul tiene la costumbre de votar siempre que hay elecciones, aunque admite que siente que no son transparentes, dice también que sueña con un gobierno que tenga como prioridad al pueblo y que su voto siempre ha sido más amarillo que de otro color.
Por otro lado, Nicolás Pardey, quien vota por primera vez, se considera orgullosamente uribista y piensa que para que el país siga avanzando es necesario que el Partido de la U tenga muchas curules en el Congreso, pues senadores, como el vallecaucano Roy Barreras, han hecho mucho por el bienestar de Colombia, y además valen la pena por haber denunciado a otros que están dentro de la parapolítica.
“Por lo menos hacen algo para justificar su sueldo”, afirma.
Nicolás dice que el 30 de mayo le dará su voto a Juan Manuel Santos, pues cree que es quien está mejor preparado y tiene más experiencia para acabar con la guerrilla.“Por lo menos hacen algo para justificar su sueldo”, afirma.
“En síntesis la inversión ya está hecha. Para que después no estemos quejándonos, es necesario que el Dr. Santos tome la presidencia”.
Finalmente, cree que después de los cuatro años de Santos, Mockus, podría remplazarlo.

Al contrario, la ingeniera de alimentos y también uribista, María Claudia Marín, no tiene como opción al candidato del Partido de la U para la presidencia.
“Creo que para Santos el modo más viable de acabar con la guerrilla es el bombardeo y la bala sin importar la gente inocente que haya en el monte. Además, los problemas con Venezuela y Ecuador se incrementarían, pues el ex ministro parece ser mucho más impulsivo. El presidente Uribe es un hombre más racional”, dice la joven de 29 años.
“Creo que para Santos el modo más viable de acabar con la guerrilla es el bombardeo y la bala sin importar la gente inocente que haya en el monte. Además, los problemas con Venezuela y Ecuador se incrementarían, pues el ex ministro parece ser mucho más impulsivo. El presidente Uribe es un hombre más racional”, dice la joven de 29 años.
La percepción que tiene María Claudia del Partido de la U es parecida a la de Nicolás, pues ella cree que este reúne lo bueno del Partido Conservador y lo bueno del Partido Liberal y que el trabajo que ha realizado es muy satisfactorio para el país.
En la comunidad sevillana también hay muchos escépticos que prefieren no votar por motivos variados. Muchos creen que las elecciones para el Congreso son una pérdida de tiempo porque las acciones de este nunca se ven. Otros, como Humberto Arboleda, no votan porque no creen en la política, porque piensan que sea quien sea el presidente o cualquiera que sean los congresistas, sus condiciones de vida siempre serán las mismas.
También hay quienes votan aunque ya no tengan ilusiones.
También hay quienes votan aunque ya no tengan ilusiones.

Casi a las 3:45 de la tarde, cuando los últimos votantes se apresuran a hacer las filas y a marcar de forma correcta el tarjetón, un aguacero repentino se suelta sobre Sevilla. El sol deja de brillar como en las primeras horas del día y el cielo ya no está azul, ni rojo, ni amarillo, ni verde; la propaganda política que casi siempre termina siendo basura en las calles se deshace con el agua, los activistas se cubren del frío, tapando así también a los logos de sus partidos estampados en sus camisetas. El pueblo queda vacío, las urnas llenas.
Cada candidato, bajo la lluvia o no, espera impaciente arrasar con las votaciones así como la lluvia arrasó con el sol en Sevilla, Valle. Cada votante aguarda que sus expectativas sean rebasadas, que las colas hayan valido la pena, cada cual, desde la competencia o la decisión espera que para todos el sol vuelva a salir.
Cada candidato, bajo la lluvia o no, espera impaciente arrasar con las votaciones así como la lluvia arrasó con el sol en Sevilla, Valle. Cada votante aguarda que sus expectativas sean rebasadas, que las colas hayan valido la pena, cada cual, desde la competencia o la decisión espera que para todos el sol vuelva a salir.